Para mi amiga argentina: Norma Aristeguy

Para mi amiga argentina: Norma Aristeguy
A toda edad se regalan rosas y estas son para ti.

domingo, 10 de octubre de 2010

EL SALVAMENTO


La nave se hundía de punta, como si el cosmos se hubiese dado vuelta y un enorme peso se clavara en las aguas, en busca del fondo.
En medio de la tormenta otra cabeza junto a la suya se asomó sacudiéndose, ambos trataban de respirar, ya eso era un milagro. Salir de allí vivos, sería el otro.
Era de madrugada, el sol iba apareciendo cortando en rojos y naranjas el firmamento. La arena blanca recibía a la espuma que se iba para volver, coqueteando en un eterno juego con el paisaje marino, como una ostra gigante que atrapaba la mirada y el goce más allá del horizonte. Aquel verano su amigo y él, habían tratado de olvidar penas de amor y desencuentros con sus mujeres, viajando los dos de vacaciones a esa costa lejana , alejada de turistas bulliciosos y formalidades mundanas.
Sólo el mar, las gaviotas, algunos lugareños y ellos dos.
Fue precisamente lo contrario de lo que lo tenía preso en esa situación. El mar ya no era el mismo que miraba entonces desde la costa, ansiando quedarse allí, morir allí.
Lo enfermaba el balanceo de la nave en la que habían embarcado dos días antes en medio de la algarabía, el ruido y todo lo que detestaba, sólo por complacer a Lucía. ¡Lucía! No recordaba cuándo la había visto por última vez en el buque. Todo había sido como en un sueño, como en una película. Los gritos, las corridas, en medio de la noche iluminada por los relámpagos.
A orillas del otro mar, porque aquél había sido otro, calmo, azul turquesa, que se contoneaba en olas, para desmoronarse mansamente al llegar a la playa. Su amigo y él sentados en la arena charlaban con un manto de tiempo interminable, sin relojes, sin otra cosa que hablar de amores y rencores, de coincidencias y desavenencias con sus mujeres. Ventilando los sentimientos en palabras, todo parecía menos inquietante. El ruido del mar era una danza majestuosa incapaz de dañarlos, incapaz de dejar otro recuerdo que la belleza del lugar.
Ni restos se veían del barco y sólo la otra cabeza masculina y él, asomaban como un periscopio al acecho de la costa . A su alrededor el oleaje los hundía o los llevaba tan alto, que él temía ponerse al paso de algún rayo.
Parecían dos sobrevivientes del planeta. Como si el mundo entero hubiese desaparecido y sólo quedaran ellos dos, o sus cabezas. Era curioso pero ninguno hablaba como si les fuera imposible hacerlo. Notó que la situación le daba alguna ventaja. Podía ver todo al mismo tiempo, como si tuviese varios ojos, como un animal exótico. ¡Qué no hubiese dado por saber la hora! Saber al menos cuánto faltaba para el amanecer. Con la luz del día quizá alguien podría rescatarlos. El capitán había dicho que se habían alcanzado a hacer pedidos de auxilio.
El sol alumbrando el espacio, años llevados en los hombros. Aquella juventud encaminada hacia el espíritu que buscaba amaneceres lejos de la multitud, enamorados del mar y de la vida. De la Naturaleza.
El mar que esa noche se había transformado en su enemigo, castigándolos, hablándoles con sonidos sordos y groseros, apabullando a sus cabezas aturdidas, ante ese gigante embravecido y solitario. El otro, el desconocido, tiene la mirada fija en él, están ahora casi juntos.
Recuerda a aquel amigo al que no volvió a ver, que siguió recorriendo océanos y mundos, mientras él había vuelto a Lucía y habían seguido un camino diferente del que él deseaba. Pero la amaba, así como era, superficial, mundana y a veces ingenua. Lo comprendió cuando la ausencia de ella en aquellas vacaciones lejanas, había comenzado a pesarle.
Le extrañó no haberse topado con algún animal voraz, por momentos lo aterrorizaba la idea, pero al menos no se había dado cuenta, si los había habido, sería mientras ellos cansadamente dormitaban en el agua.
Llegó el día y con él un avión paso al ras de ellos, no tenían fuerzas ni para agitar sus brazos. Pero una nave de gran porte se les estaba acercando, seguro que el piloto del avión había pasado el reporte de su presencia.
Otra vez el sol tiñéndolo todo de dorado, otra vez haciendo las paces con los visitantes. Como si nada hubiese sucedido. Como si el mundo, la luz y la oscuridad se hubiesen hecho otra vez. Como si el primer vegetal hubiera salido a la orilla.
El barco se les acercó, bajaron botes para el salvamento.
“¡Son dos cabezas!” “¡Sólo dos cabezas!” gritó uno de los muchachitos uniformados, con gesto horrorizado.
Todo se dispuso en la cubierta para ser recibidos.
Sobre dos lonas muy limpias y en medio de un silencio estremecedor, se colocaron las cabezas de los náufragos.



Norma Aristeguy

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Norma: Creo que ya te había comentado este texto en otro lugar. ¿O estoy equivocado? En todo caso, no sólo por ser un apasionado del mar sino también pro la calidad de lo leído, te envío mis felicitaciones muy sinceras. Un abrazo de Verano siempre.

Norma Aristeguy dijo...

Gracias Verano, por darte la vueltita y tus palabras.
En realidad me llegan comentarios al mail y aquí no los encuentro.
Debe estar mal configurado.
abrazos Muchosssssss.
Norma

PEÑA FORATATA

PEÑA FORATATA
AUTOR: LUIS ANDREU

Para Aristeguy Norma Para marcar o ínicio de uma amizade 28/5/2011

Para Aristeguy Norma Para marcar o ínicio de uma amizade 28/5/2011
FOTOGRAFÍA DE MARÍA BRANCO REAL

FOTOGRAFÍA DE TERESA MARTÍN. (PRAIA DAS CATEDRAIS)

FOTOGRAFÍA DE TERESA MARTÍN. (PRAIA DAS CATEDRAIS)
con todo mi cariño te la dedico NORMA ARISTEGUY

GALICIA.FOTOGRAFÍA DE JORDI NAVARRO

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dedicada con cariño a mi amiga argentina Norma Aristeguy

HOMENAJE A ERNESTO SÁBATO

HOMENAJE A ERNESTO SÁBATO
GRACIAS MIGUEL CABEZA POR TU HOMENAJE EN LA WEB LITERARIA